Sin pausa y con la devastadora impunidad que caracteriza
la dictadura imperante, se aprueban “clandestinamente” en la asamblea nacional,
el articulado de la “nueva ley de universidades” mientras en Miraflores el
conglomerado militar de la sala situacional se regodea con el reglamento que
pretende regir en breve las elecciones en las universidades públicas autónomas.
Todo ha de estar listo antes del cinco de enero. Se obvia una vez más, el
rechazo popular a la propuesta
socialista (referéndum 2007) mientras que la Sala Constitucional engaveta el
recurso de nulidad (2009) en contra de la “Ley Orgánica de Educación”, sometido
por las diez universidades más importantes del país. En rojo de activación
plena, accionan con premura e ilegalidad, las salas constitucional y electoral,
la asamblea nacional, la fiscalía, contraloría y defensoría, los cuerpos
represivos, los violentos y terroristas, mientras los conversos de ayer,
transmutados hoy en eficientes verdugos, profundizan la intensa campaña difamatoria. En estas últimas semanas
han ganado unas cuantas morocotas más. La apropiación integral de las
estructuras del sector ciencia y tecnología y su adhesión al fiasco
“socialista” (PPI, LOCTI y FONACIT), la desaparición del Consejo Consultivo de
Postgrados y de los núcleos de vicerrectores académicos, administrativos y secretarios,
la agudización de la asfixia presupuestaria y la recurrencia delictiva de sus
bandas armadas en nuestros recintos, conforman la macabra antesala del más codiciado
de todos los objetivos, que no es otro que silenciar el régimen democrático, plural y
autonómico que gobierna por libre voluntad de los claustros universitarios a las
universidades autónomas. En la otra ribera, hallase la aguerrida sociedad civil
venezolana, que aún adolorida por la inclemencia de las lluvias, exige y
fomenta el fortalecimiento de la resistencia universitaria. Reclama a viva voz un
nuevo compromiso unitario. La unidad que nos ha llevado a convertirnos en una
sólida mayoría nacional y que le ha demostrado al mundo entero, que el gobierno
militar es profundamente impopular y antidemocrático. La sociedad civil
requiere de universidades unidas, capaces de liderar el proceso de reconstrucción
nacional. Universidades que no engañen sino que siembren más calidad y generen
nuevos conocimientos a la par de expresar diáfanamente su voluntad y
preocupación social. El alerta a la resistencia y a la unidad universitaria no
reconoce y no perdonará dobleces o maniobras. Involucra a la incuestionable mayoría de autoridades
rectorales y decanales, así como a profesores,
estudiantes, profesionales, empleados y trabajadores universitarios. Todos
integramos la resistencia universitaria. En conjunto y unidos, somos una fuerza
poderosa y determinante, que se amplía aun más con los cientos de miles de
egresados cuya pasión venezolana es decididamente democrática. Que sea una
fuerza universitaria que trabaje con los parlamentarios de la nueva asamblea
nacional que lucharan por una Venezuela diferente. Una resistencia
universitaria que convoque a los sectores productivos del país a generar
soluciones perentorias que enfrente la pobreza y la desigualdad social, la
miseria y el atraso, las enfermedades y la inseguridad y que procure
prosperidad en una Venezuela distinta. No hay excusas ni tiempo que perder. No
debilitemos nuestras universidades con conflictos perversamente diseñados por
el ejecutivo nacional. Reconquistar nuestra
libertad, y preservar nuestra democracia y autonomía son objetivos superiores,
que demandan de la sociedad universitaria un invariable y sólido compromiso.
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