EL NACIONAL - Domingo 06 de Marzo de 2011
A las puertas de nuestras universidades públicas se percibe nuevamente
la angustia y preocupación de los bachilleres y sus familias ante una nueva
convocatoria para iniciar los estudios universitarios. Son cientos de miles de
ciudadanos con el derecho constitucional de labrarse un futuro pleno de logros
sólidos y duraderos.
Aunque el Gobierno enfatiza reiteradamente en el aumento de la oferta académica, el núcleo familiar afina sus esfuerzos para lograr ingresar en el conjunto de universidades democráticas, donde a pesar de los devastadores efectos de la asfixia económica impuesta por el régimen militar, siguen siendo instituciones de excelencia en investigación y posgrados y la garantía de un diploma universitario fundamentado en calidad, en la siembra de una conciencia crítica y plural, enmarcado en las muy actualizadas vertientes de la innovación, el emprendimiento, la educación a distancia y la gestiones de información y conocimiento.
La mayoría que constituye esta inexcusable tragedia nacional no puede ingresar y, de los que ingresan, una buena cantidad a escala nacional son víctimas de la deficiente preparación que ofrecen los sectores públicos de educación media y diversificada.
Como en el lustro previo, entre 350.000 a 400.000 bachilleres integran la cohorte 2011. A manera de ilustración, cerca de 55.000 han seleccionado a la Universidad Central de Venezuela como primera opción. En el mejor de los casos, podrán ingresar alrededor de 9.500. No le mentiremos a Venezuela. El fracaso de nuestra planificación y ejecución en la integralidad del sistema educativo es real y antiguo.
Agravado ahora por una "docencia socialista" rechazada por la voluntad de la mayoría de los venezolanos en el referéndum de 2007 y por una supuesta capacidad instalada de masificar el ingreso que, muy lejos del moderno concepto del "egresado por competencias", se traduce, como sucede en Argentina, en altos índices de repitencia y deserción.
La evaluación y la selección son imprescindibles. Los vicerrectores académicos y los secretarios de nuestras universidades hemos elaborado el nuevo "Sistema de Ingreso a la Educación Superior, SIES (coordinados con notable tino por el profesor Pablo Ríos Cabrera de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador), que de aplicarse, en un contexto no sólo democrático sino de extensa descentralización nacional, permitiría organizar progresivamente las opciones básicas para el ingreso a las universidades. Por lo pronto, y en nuestra Universidad Central de Venezuela, el Consejo Universitario aprobó la propuesta de los decanos de las once facultades, diseñado para la cohorte 2011, que consiste en la Evaluación Diagnóstica por Áreas de Conocimiento, que ofrece a los bachilleres concentrarse en las áreas más afines a su selección.
Es similarmente perentorio, iniciar los esfuerzos para conformar las alternativas a las universidades. La reconstrucción nacional requiere de niveles técnicos óptimamente preparados. Así, las universidades debidamente financiadas por el Estado y con sus propias herramientas para generar recursos económicos abordarían con precisión cambios profundos de los actuales paradigmas doctrinarios y organizacionales, y promoverían una inserción confiable y prospectiva en los años venideros del siglo XXI.
Aunque el Gobierno enfatiza reiteradamente en el aumento de la oferta académica, el núcleo familiar afina sus esfuerzos para lograr ingresar en el conjunto de universidades democráticas, donde a pesar de los devastadores efectos de la asfixia económica impuesta por el régimen militar, siguen siendo instituciones de excelencia en investigación y posgrados y la garantía de un diploma universitario fundamentado en calidad, en la siembra de una conciencia crítica y plural, enmarcado en las muy actualizadas vertientes de la innovación, el emprendimiento, la educación a distancia y la gestiones de información y conocimiento.
La mayoría que constituye esta inexcusable tragedia nacional no puede ingresar y, de los que ingresan, una buena cantidad a escala nacional son víctimas de la deficiente preparación que ofrecen los sectores públicos de educación media y diversificada.
Como en el lustro previo, entre 350.000 a 400.000 bachilleres integran la cohorte 2011. A manera de ilustración, cerca de 55.000 han seleccionado a la Universidad Central de Venezuela como primera opción. En el mejor de los casos, podrán ingresar alrededor de 9.500. No le mentiremos a Venezuela. El fracaso de nuestra planificación y ejecución en la integralidad del sistema educativo es real y antiguo.
Agravado ahora por una "docencia socialista" rechazada por la voluntad de la mayoría de los venezolanos en el referéndum de 2007 y por una supuesta capacidad instalada de masificar el ingreso que, muy lejos del moderno concepto del "egresado por competencias", se traduce, como sucede en Argentina, en altos índices de repitencia y deserción.
La evaluación y la selección son imprescindibles. Los vicerrectores académicos y los secretarios de nuestras universidades hemos elaborado el nuevo "Sistema de Ingreso a la Educación Superior, SIES (coordinados con notable tino por el profesor Pablo Ríos Cabrera de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador), que de aplicarse, en un contexto no sólo democrático sino de extensa descentralización nacional, permitiría organizar progresivamente las opciones básicas para el ingreso a las universidades. Por lo pronto, y en nuestra Universidad Central de Venezuela, el Consejo Universitario aprobó la propuesta de los decanos de las once facultades, diseñado para la cohorte 2011, que consiste en la Evaluación Diagnóstica por Áreas de Conocimiento, que ofrece a los bachilleres concentrarse en las áreas más afines a su selección.
Es similarmente perentorio, iniciar los esfuerzos para conformar las alternativas a las universidades. La reconstrucción nacional requiere de niveles técnicos óptimamente preparados. Así, las universidades debidamente financiadas por el Estado y con sus propias herramientas para generar recursos económicos abordarían con precisión cambios profundos de los actuales paradigmas doctrinarios y organizacionales, y promoverían una inserción confiable y prospectiva en los años venideros del siglo XXI.
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