El paciente
Hugo Chávez Frías asumió decisiones personales ante el cáncer que padece. Ser
presidente de la República en ejercicio, comandante en jefe de las Fuerzas
Armadas, máximo garante de la soberanía nacional y del bienestar social y
económico de todos sus conciudadanos, así como ser tratado por médicos
venezolanos expertos en su país, Venezuela, y proveer un parte médico diario a
la nación, son aspectos esenciales que ignoró y desechó.
Por lo
contrario, optó por entregarse a la mediocre y vicariante medicina de La Habana
castrista, y, en conjunto con sus colaboradores, ocultó y mintió el verdadero
curso clínico de su tumor maligno y así ganó la elección presidencial del 7 de
octubre, en medio del luto nacional causado por la pavorosa inseguridad, el
empobrecimiento, las tragedias y masacres, y las incontables trampas y
ventajismos electorales perpetrados desde el Ejecutivo nacional.
Hoy Venezuela
afronta la ausencia absoluta del Presidente electo (artículo 233 de la
Constitución Nacional, 1999) incapaz de juramentarse, oculto, con una cánula
traqueal por insuficiencia respiratoria sostenida y un curso fatal e
inexorable, a menos que se demuestre clínicamente lo contrario.
La ofensiva
represiva del Gobierno de facto es feroz. La corporación busca con devastadora
obsesión atornillarse a un poder nacional que no le pertenece. La provocación
es una constante mediática para acusarnos de fomentar la subversión, el caos y
los movimientos insurreccionales.
El llamado de
lucha democrática es a la sociedad civil venezolana de buena voluntad, sin
distingo entre si se es de oposición o si se ha votado por el candidato Chávez
Frías, a los académicos, universitarios y otros sectores docentes y
estudiantiles, al mayoritario sector institucional de nuestras Fuerzas Armadas,
al sector laboral, a los religiosos y empresarios, en fin, a todos los que
estén dispuestos a salvar la República.
Para los que
militamos en la oposición, hemos de recurrir a la sensatez, la cordura y la
unión inquebrantable. Nada ni nadie puede estar por encima del compromiso de
salvar a Venezuela. Lo hemos reiterado en esta columna: no existe presidente
mágico. Nos tomará años, varios periodos presidenciales y numerosos equipos de
hombres y mujeres de bien, de sólidos conocimientos, aunados a una fuerza laboral
y técnica poderosa para reconstruir e innovar en la Venezuela justa y plural,
fundamentada en una vigencia plena del Estado de Derecho, los derechos humanos
y la restitución ad íntegrum de nuestra fronteras y de la soberanía nacional.
El proceso
electoral municipal y de consejos legislativos y una excepcional y crítica
oportunidad de elegir un nuevo presidente de la República exigen una
participación masiva de nuestros estudiantes y sectores juveniles, así como de
todas las organizaciones, redes sociales y vecinos. Cuidar voto a voto.
Adentrarse en los barrios. Ir a las elecciones con una tarjeta única. Completar
el 100% de las auditorias en las mesas. Tener las actas en mano y planificar
dejar la mesa únicamente cuando todo el proceso esté resguardado. Solamente así
tendremos opción de desmontar el fraude electoral.
Debo concluir
con un mensaje de esperanza y futuro. Salvar nuestra Venezuela es un deber
irrenunciable. Me permito afirmar que no existe razón posible que se oponga al
esfuerzo para ganar y defender el triunfo. Como tampoco para fallar en la
misión de rescatar y catapultar la Venezuela plena de logros y libertad.
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