domingo, 3 de marzo de 2013

Salvar la República

El paciente Hugo Chávez Frías asumió decisiones personales ante el cáncer que padece. Ser presidente de la República en ejercicio, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, máximo garante de la soberanía nacional y del bienestar social y económico de todos sus conciudadanos, así como ser tratado por médicos venezolanos expertos en su país, Venezuela, y proveer un parte médico diario a la nación, son aspectos esenciales que ignoró y desechó.
Por lo contrario, optó por entregarse a la mediocre y vicariante medicina de La Habana castrista, y, en conjunto con sus colaboradores, ocultó y mintió el verdadero curso clínico de su tumor maligno y así ganó la elección presidencial del 7 de octubre, en medio del luto nacional causado por la pavorosa inseguridad, el empobrecimiento, las tragedias y masacres, y las incontables trampas y ventajismos electorales perpetrados desde el Ejecutivo nacional.
Hoy Venezuela afronta la ausencia absoluta del Presidente electo (artículo 233 de la Constitución Nacional, 1999) incapaz de juramentarse, oculto, con una cánula traqueal por insuficiencia respiratoria sostenida y un curso fatal e inexorable, a menos que se demuestre clínicamente lo contrario.
La ofensiva represiva del Gobierno de facto es feroz. La corporación busca con devastadora obsesión atornillarse a un poder nacional que no le pertenece. La provocación es una constante mediática para acusarnos de fomentar la subversión, el caos y los movimientos insurreccionales.
El llamado de lucha democrática es a la sociedad civil venezolana de buena voluntad, sin distingo entre si se es de oposición o si se ha votado por el candidato Chávez Frías, a los académicos, universitarios y otros sectores docentes y estudiantiles, al mayoritario sector institucional de nuestras Fuerzas Armadas, al sector laboral, a los religiosos y empresarios, en fin, a todos los que estén dispuestos a salvar la República.
Para los que militamos en la oposición, hemos de recurrir a la sensatez, la cordura y la unión inquebrantable. Nada ni nadie puede estar por encima del compromiso de salvar a Venezuela. Lo hemos reiterado en esta columna: no existe presidente mágico. Nos tomará años, varios periodos presidenciales y numerosos equipos de hombres y mujeres de bien, de sólidos conocimientos, aunados a una fuerza laboral y técnica poderosa para reconstruir e innovar en la Venezuela justa y plural, fundamentada en una vigencia plena del Estado de Derecho, los derechos humanos y la restitución ad íntegrum de nuestra fronteras y de la soberanía nacional.

El proceso electoral municipal y de consejos legislativos y una excepcional y crítica oportunidad de elegir un nuevo presidente de la República exigen una participación masiva de nuestros estudiantes y sectores juveniles, así como de todas las organizaciones, redes sociales y vecinos. Cuidar voto a voto. Adentrarse en los barrios. Ir a las elecciones con una tarjeta única. Completar el 100% de las auditorias en las mesas. Tener las actas en mano y planificar dejar la mesa únicamente cuando todo el proceso esté resguardado. Solamente así tendremos opción de desmontar el fraude electoral.

Debo concluir con un mensaje de esperanza y futuro. Salvar nuestra Venezuela es un deber irrenunciable. Me permito afirmar que no existe razón posible que se oponga al esfuerzo para ganar y defender el triunfo. Como tampoco para fallar en la misión de rescatar y catapultar la Venezuela plena de logros y libertad.

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