Con este sugestivo título, The Economist dedica su
edición del 4 de junio a revisar algunos aspectos del transcurrir de los
primeros 30 años de la letal pandemia, inducida por el virus de
inmunodeficiencia humana, que ha generado un aproximado de más de 55 millones
de de seres infectados y la penosa cifra de 25 millones de muertes. Recuerdo la tarde de 1983, cuando junto con el grupo
de infectólogos de la Escuela Vargas, liderados por Manuel Guzmán Blanco y la
sección de Inmunidad Celular bajo la conducción de Gloria Echeverría, de la
Unidad de Inmunología Clínica del Instituto Anatomopatológico (ambos de la
Facultad de Medicina de la UCV) describimos el primer caso en el país. No
podíamos anticipar que el VIH/sida impondría una prueba de fuego a la
Inmunología Clínica como nueva especialidad médica y validaría el indispensable
papel del inmunólogo clínico en el abordaje de las enfermedades inmunológicas.Teniendo como referencia la histórica dedicación y
devoción de todo el personal de salud venezolano, ilustrado por las magistrales
campañas antimálarica (Arnoldo Gabaldón), y antituberculosa (José Ignacio
Baldó), asumimos en 1972 la fundación y descentralización de la Inmunología
Clínica, y propiciamos un conjunto de diez Unidades Regionales de Inmunología
Clínica. Este corto recuento, que hacemos en calidad de homenaje, se extiende a
todos los equipos que respondieron al unísono cuando el VIH se hizo presente en
nuestro país. Alcanzamos una vanguardia internacional respaldada con
todo entusiasmo por la Organización Mundial de la Salud y entre otras, la
estructura, dirigida por Irma Machado, que enfrentó la progresiva inserción de
las hepatitis virales B y C.
Alertamos en 1990 al Gabinete Ejecutivo la
diseminación del VIH en las densas capas de pobreza que para entonces integraba
cerca de 70 % de la población. La promiscuidad, el hacinamiento, la práctica
del sexo inseguro, el narconegocio, entre otros factores, permitieron a la vez
pronosticar que serían más de un millón los infectados por VIH para finales de
la década de los noventa. Al acercarnos a los 13 años de la tiranía militar
que, entre otros, ha desmantelado el sector salud íntegramente, desconocemos
hoy en día la extensión y gravedad de la infección por VIH en Venezuela. El verbo presidencial irresponsable ha defendido la
centralización de los servicios públicos y liquidó décadas enteras de notables
logros de la sociedad civil, méritos que los militares no perdonan. Nótese que la pandemia se llevó en 2009 cerca de 1,8
millones de vidas. Sin embargo, en 2005 fueron 2,1 millones. La provisión de
terapia antirretroviral ha generado estas luces de esperanza.Por
otra parte, el premio Nobel David Baltimore resalta (Wall Street Journal, junio
21) los esfuerzos de la trilogía que conforman el Hospital General de
Massachusetts, el MIT y la Universidad de Harvard, para diseñar una vacuna que
neutralice las escasas regiones constantes del muy mutante VIH: "las
moléculas mágicas" se encuentran en pocos infectados que derrotan
"naturalmente" al VIH. Esas partes que no cambian son el talón de
Aquiles del VIH. Antirretrovirales muy caros pero efectivos, y la investigación
científica seria y profusamente financiada con el dinero de todos pudieran
eliminar el signo de interrogación sobre el fin de la mortal pandemia. Nadie
gana destruyendo y engañando. La unidad nos hará indestructibles y libres
nuevamente.
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