Cuando un ciudadano es elegido por el voto popular
para ejercer un cargo público, su privacidad queda a un lado durante el lapso
reglamentario de sus funciones. El funcionario se debe al conglomerado que no
solamente lo eligió, sino a todos sus conciudadanos, y sus acciones, decisiones
y los resultados de su gestión deben ser del conocimiento público.
Por supuesto, en el caso de ocupar la Presidencia de la
República no sólo la gestión cobra una magnitud máxima, sino que la relación
entre la población y el primer mandatario debe ser fluida y continua. En su
pensamiento y proceder ha de procurar el bienestar social, el progreso y la
innovación, así como el resguardo sólido y permanente de la soberanía
territorial y de la república. Más aún, el adquirir las funciones de comandante
en jefe de las Fuerzas Armadas implica preservar los secretos y estrategias
para garantizar el estatus de independencia nacional.
El Presidente como ser humano es susceptible de enfermarse. La
organización interna de la primera magistratura nacional tiene la obligación de
contar con un equipo de salud integral, del Presidente, integrado y dirigido
por profesionales nacionales expertos y por estructuras hospitalarias y móviles
dotadas con herramientas de última generación. Sin embargo, ese equipo no puede
ni debe ser supervisado ni suplantado por personal de un país diferente del
propio.
En el caso del presidente Chávez su decisión de entregarse
ciegamente a la medicina castrista en La Habana (desde por lo menos mayo de
2011) es un acto de lesa patria. Ha sido un proceso contrario a los altos
intereses de la nación. Según sus voceros ha sido sometido a cuatro anestesias.
Ilustramos nuestra afirmación con un par de preguntas: ¿sabe el Presidente qué
le suministraron? ¿Es que acaso desconoce el Presidente que no tiene el derecho
de poner en peligro o riesgo los secretos fundamentales del Estado venezolano?
Por otra parte, ha violado el derecho de la sociedad venezolana (incluidos los
militares) de contar con un parte médico de la enfermedad que padece. Le
ofreceríamos toda la consideración y solidaridad posible si conociéramos de la
naturaleza de su enfermedad, tratada en Venezuela, y si su conducta personal
hubiese sido acorde con sus altas funciones, entonces hubiésemos entendido su
separación temporal o definitiva del cargo ante tratamientos tan complejos como
la cirugía mayor del abdomen, la quimio y radioterapia y el uso de altas dosis
de esteroides.
El proceder del Presidente ha sido todo lo contrario. Entre
anuncios de "curación y notables mejorías", según él y sus ignaros
voceros, no sólo ha difamado a sus "adversarios" y mentido a la
nación durante el proceso electoral, sino que las decisiones asumidas por su
gobierno mientras su enfermedad avanzaba sin pausa, han acelerado aún más la
ruina en lo social, económico y político. Ayer mismo, el vicepresidente
anunciaba que 2013 comenzaba en forma "estelar", mientras que la
Venezuela enlutada conocía de los 21.900 homicidios cometidos en 2012.
Por lo aquí expuesto y ante la inminente toma de posesión
(enero, 10) para un nuevo lapso constitucional, he propuesto que se instale una
"junta médica venezolana" integrada por médicos de la Academia
Nacional de Medicina, de la Federación Médica, de las Universidades autónomas y
del Ejecutivo Nacional que se traslade a La Habana y determine, para informar a
la nación, sobre el diagnóstico y pronóstico de la enfermedad del Presidente y
si está en condiciones físicas y mentales para asumir el periodo presidencial.
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