A medida
que conocemos en detalle las carencias y deficiencias que padece la mayoría de
los conciudadanos en materia educativa, nos damos cuenta de que el nuevo gobierno
democrático presidido por Henrique Capriles Radonski requerirá acercarse a tan
crítico asunto con una visión y un abordaje que integren todos los componentes
y etapas del sector de educación. Debemos innovar durante seis años para
rescatar la educación y para estar presentes en la sociedad del conocimiento de
2025.
Una primera ilustración permite ver la formidable
"planificación estratégica" que hemos de asumir para alcanzar tales
cometidos. Promover un sólido proceso de enseñanza/aprendizaje es un deber y un
derecho constitucional. El cálculo de 4 millones de niños de entre 1 y 6 años
fuera del nivel escolar y otros millones que cursan hoy en alguna destartalada
aula, ejercerá una descomunal presión, sobre todo el sector que se expandirá
más allá del fin del período constitucional.
En estos últimos cuatro años en el ejercicio del Vicerrectorado
Académico de la UCV, he percibido con angustia la tragedia nacional del
bachiller sin cupo. La dictadura agravó con toda la mala fe posible el
sufrimiento familiar, al facilitar sin consistencia alguna el paso por la
educación media y diversificada, saturar el mundo universitario con
"nuevas universidades" carentes de estructuras y calidad, abrir
irresponsablemente las compuertas de la educación superior a cientos de miles
de estudiantes, mientras asfixia y subvierte el orden institucional y académico
del valeroso grupo de universidades autónomas. Una consecuencia de lesa patria
es el engaño que vive en silencio el egresado y su familia por el imperdonable fraude
de la Medicina Integral Comunitaria.
Debemos caminar aceleradamente hacia el gran acuerdo nacional
en educación, y tal como lo ha propuesto el candidato democrático, integrar
como en salud, "el Sistema Nacional Único y Federalizado de
Educación", y aplicar nuevos diseños curriculares por perfiles de
competencia, centros de datos, gestión de información y conocimientos,
fortalecimiento docente, movilidad estudiantil, virtualización y educación a
distancia, en un contexto que refuerce los gradientes de todo el sector y que
haga de la escuela, el liceo y la educación superior regional y/o municipal su
principal objetivo.
Hemos de descomprimir las universidades públicas autónomas,
retomar el concepto de educación superior e insertar los beneficios de la
sociedad del conocimiento de estos años claves del siglo XXI. El bachiller
debería seleccionar entre una oferta profesional, científica, humanística,
tecnológica e informática. Considerar nuevas versiones de las "escuelas
técnicas" al aprobar la educación media y completar la oferta del nivel
superior con los estudios de doctorados, maestrías y posdoctorados.
Es esencial promover una gran convocatoria de los sectores
docentes, profesionales, empleados y trabajadores para integrarse a la
educación pública, con condiciones económicas óptimas, con la asignación de
presupuestos anuales que garanticen génesis de nuevos conocimientos y la
absoluta flexibilidad en las instituciones de nivel superior para generar y
compartir ingresos propios que provengan de actividades creativas intramurales.