En la noche del 14 de abril, luego
del anuncio de los resultados de la elección presidencial, ocurrió un hecho de
extraordinarias consecuencias. El Rector Vicente Díaz permaneció en su silla
mientras aceleradamente, las cuatro Rectoras lo dejaron solo. Por primera vez
en las numerosas elecciones de estos 15 años de tiranía, Díaz le anunció al
país su convencimiento de que ante la ínfima diferencia entre ambos candidatos
era imprescindible completar la
auditoría ciudadana electoral del 100% de los sufragios.
Un poco más de 14 millones de
venezolanos nos quedamos en el sitio. El “infalible y perfecto sistema
electoral” del CNE se hundió en segundos. Atrás quedaban las firmas planas, Carter
y Jennifer, los nuevos circuitos electorales, el descomunal ventajismo y
corrupción de cada fraude comicial, la negativa de informar en el 2007 la
paliza que le propinó el pueblo venezolano al fiasco destructivo de la
propuesta socialista chavista y finalmente la macabra utilización del cáncer de
Chávez. La corporación del mal ya tenía a su candidato, pegando gritos de
victoria en el balcón de Miraflores. No pudieron controlarlo y aceptó la
auditoría. Sólo para recular al día siguiente, mientras las 4 Rectoras, las
ruidosas focas de la Asamblea Nacional, la cúpula militar oficialista y los
vividores del Alba se esmeraron por juramentar al candidato que estaba muy
lejos de ser el legítimo ganador.
Por el contrario, el candidato de
la Venezuela democrática anunció con firmeza junto a su comando, el absoluto
desconocimiento de esos resultados, denunció las miles de incidencias
(irregularidades en el proceso comicial) y expresó su voluntad de defender voto
a voto lo que en su corazón así como en el de más del 50% de los venezolanos,
representa una victoria electoral sólida y de indiscutible talante popular e
histórica.
En apenas 12 días, en medio,
diríase, de un estado de sitio militar y cívico, violento y sangriento, y del
agravamiento del feroz sufrimiento social y económico, se va detallando con
mayor precisión el mega fraude electoral montado en conjunto con gobiernos cómplices,
profusamente corruptos, que han socavado severamente en los años del
oficialismo chavista la base de sustentación integral de la República.
Pero esta vez, la resistencia y la
honorabilidad del pueblo venezolano, incluyendo a sectores populares que
votaron por el candidato de Chávez, esgrimen su derecho constitucional de
exigirle al CNE, la auditoría ciudadana integral de una muestra adicional suficiente
de los sufragios.
La voz del Papa Francisco, la OEA
y su carta democrática, la Unión Europea, Canadá, los Estados Unidos, México y
hasta el comunicado de UNASUR, así como influyentes medios escritos y
audiovisuales internacionales y nacionales, las universidades autónomas y la
inmensa mayoría de sus comunidades, las academias, el Episcopado, las redes
sociales y las valientes ONG locales, son sólidos respaldos a la resistencia
civil del pueblo venezolano para solicitar la auditoría.
No puede reconocerse a ganador
alguno hasta concretar la auditoría global acordada por un CNE, cuyas Rectoras
han actuado ilegalmente, adelantando opiniones de irreversibilidad de
resultados, bajo las presiones locales, regionales, y hasta probablemente de
China, Rusia, Bielorrusia e Irán. Es absolutamente inaceptable que estas Rectoras
oficialistas pretendan imponer las condiciones o que retarden su ejecución.